lunes, 12 de enero de 2015

VEINTICINCO

_"¡Lujuria! ¡Concupiscencia! 
_¿Con quién?
_¡Lascivia!
 _¡Ah! ¡Con la Silvia!". 
Les Luthiers. El sendero de Warren Sánchez.

Veinticinco años después de haber egresado de su colegio secundario de Floresta, ocho ex compañeros: Silvia, Víctor, Betty, Adrián, Fabián, Marcelo, Gabito y Quique, decidieron en su foro de Internet, que ya era hora de tener, por fin, su viaje de egresados, y se fueron un fin de semana largo a un viejo hotel en el Tigre a orillas del río. La primera noche, durante la cena, los ocho compartieron anécdotas y recuerdos, como en cada reunión evocativa. A medianoche, ocuparon sus cinco habitaciones. Silvia sola, Víctor con Betty, Adrián con Fabián, Marcelo con Gabito y Quique solo. Silvia canturreó. Víctor y Betty intimaron. Adrián y Fabián escucharon. Marcelo y Gabito bromearon. Y Quique suspiró. Hasta que los ocho se durmieron. A las tres de la mañana, una canción despertó a Quique de sus pesadillas, entre el ahogo y la incontinencia. En su cama estaba sentada Silvia. Pero no era la Silvia que dormía sola en su habitación. Era otra. Estaba empapada como si recién hubiera salido del río. Parecía la del secundario. Tenía puesto un guardapolvo y una campera de gimnasia celeste. Lo miraba y le sonreía. Y canturreaba Eiti Leda, de Serú Girán. Pero aquella mueca sin fondo no era la sonrisa de Silvia, aquella mirada muerta tampoco, y mucho menos aquella voz... Cuando aquella Silvia, adolescente y espectral, le gritó y se le acercó de un salto, Quique, con sus pulmones y su vejiga a punto de estallar, también gritó, muy fuerte, y se orinó encima como un niño. Y aunque lo intentó desesperadamente, no logró despertar. No estaba dormido...